
Los párpados embriagados
de elixir noctívago y sueño territorial
entretienen el vals del agridulce violonchelo
en el funeral de la noche que profesa
sus últimos momentos en susurros viperinos,
desvelando así con certeza los enigmas
que el corazón no confiesa con sobriedad.
Y en el terso mirar
de las sombras en el umbral,
místicas siluetas prometen regresar
y bailar y cantar celebrando la derrota
del orbe áureo celestial
en su carruaje mutable de amanecer
y luz de diurno manantial.
En el tierno parpadear,
el respiro se hace tenue en romance liminal.
Las mágicas siluetas prometen regresar,
y en su partida los labios musitan,
“Abrazadme una vez más”.